Entrega tú vida


Juan 12.20-36

En esta porción de Juan leemos que Jesús estaba turbado, porque sabía que en unos días tendría que morir, pero no tuvo miedo. Jesús se entregó completamente al plan de su Padre. Él no pecó, pero tenía que morir por el pecado del mundo. Jesús nos habla de entrega. Entregarse a Dios. 

Jesús entregó su vida

Jesús habló de morir. Usó la alegoría del grano de trigo. Para los griegos que buscaban sabiduría y para los judíos que buscaban un libertador, esta alegoría no les animó mucho. La palabra muerte desanima a cualquiera. Morir, como lo hace un grano, es lo que necesitaba hacer Cristo por el mundo. 
 
Por medio de la muerte viene la vida. Una semilla tiene que ser destruida. Quebrada bajo tierra para que dé fruto. Una semilla sola, guardada en un almacén, no produce nada. Jesús tenía que morir para poder producir vida en muchas personas. Pero nadie le quitó la vida, él la entregó: "Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volver a recibirla" (Juan 10.18, DHH).

Su sacrificio nos sirvió de ejemplo; "el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mateo 20.28).
 
Muere a tu egoísmo

Para servir primero se tiene que morir. Morir al egoísmo. Jesús no fue egoísta. El egoísmo no es una característica del cristiano. El cristiano es ejemplar en su entrega. No se fija en lo que puede perder. Simplemente da. Jesús entregó su vida y sus discípulos deben hacer lo mismo. 

Entrega tu vida a Dios. No permitas que el mundo te la quite. No toleres a tu egoísmo. El egoísmo solo piensa en ti. No ve más allá.  Entrega tu vida a Dios y tu vida siempre dará fruto en sus manos. En este mundo el fruto de una semilla se marchita, pero en el huerto de Dios crece.

El hombre no está preparado para vivir hasta que no esté preparado para morir 

-Héctor Hermosillo 

 
 
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