La obra del Espíritu Santo (parte 2) Juan 16.12-33

 


La obra del Espíritu Santo (parte 2) Juan 16.12-33

 

En esta ocasión veremos la continuación de la obra del Espíritu Santo. En los versos del capítulo 16.5-11 podemos observar lo que hace el Espíritu en el mundo, convence de pecado, de justicia y de juicio. Pero ahora notemos lo que hace el Espíritu en el discípulo.

 

El Espíritu Santo te Guía 12-15

El Espíritu Santo guía a toda verdad. Hablamos de verdades espirituales como Pablo lo explica en 1 Corintios 2.13-14, “Les decimos estas cosas sin emplear palabras que provienen de la sabiduría humana. En cambio, hablamos con palabras que el Espíritu nos da, usando las palabras del Espíritu para explicar las verdades espirituales; pero los que no son espirituales no pueden recibir esas verdades de parte del Espíritu de Dios. Todo les suena ridículo y no pueden entenderlo, porque solo los que son espirituales pueden entender lo que el Espíritu quiere decir” (NTV).


El Espíritu de Dios nos revela su verdad. Por lo tanto, nunca el Espíritu dirá algo en contra de Dios o de Cristo. Él habla lo que oye, y lo que oye es verdad. Esta es una buena señal para que tú identifiques a un falso ministro. Un verdadero ministro siempre hablará lo que dice la Palabra de Dios. El Espíritu inspiró la Escritura y siempre hablará desde ella. Así que, si oyes a uno que dice traer una palabra de parte de Dios y ni siquiera abre la Biblia puede ser que no te guie a la verdad.


Por otro lado, el Espíritu de Dios siempre glorifica al Hijo. Siempre lleva a exaltar a Cristo. El Espíritu reconoce a Jesús, por tanto, la misión del Espíritu es revelarte a Cristo para que sea glorificado en todo. Es importante que entiendas que es el Espíritu que mora en ti quien hace que glorifiques a Cristo. El Espíritu Santo nunca va a reclamar adoración, porque no le pertenece. Él hace que adores al Señor y así glorifica a Cristo.

 

El Espíritu te Alegra 16-22

Los discípulos estaban tristes y angustiados por la partida del Señor. Tenían tristeza en el corazón porque no verían más a su maestro. El Señor les dice que “su tristeza se convertirá en gozo cuando me vuelvan a ver” (verso 22). Ciertamente lo vieron de nuevo cuando resucito y convivieron con el Señor cerca de cuarenta días, según Lucas registró en Hechos 1.3. Algunos comentaristas piensan que esa promesa de volverlos a ver se cumplió cuando vino el Espíritu Santo sobre ellos en el aposento alto llenándolos de poder.


Cualquiera de las dos ideas pienso que son correctas. Se alegraron al verlo en esos cuarenta días después de la resurrección y se alegraron al venir sobre ellos en forma del Espíritu. La promesa era para ellos y para nosotros que nos hemos sentido tristes en muchas situaciones. El Espíritu viene a nuestra vida para darnos gozo en medio de las situaciones más tristes que hemos pasado. Él es tu Consolador, tu Alegría.

 

El Espíritu Santo te Ayuda 23-28

El Espíritu nos ayuda a pedir correctamente. No sabemos pedir. Pedimos, pero pedimos mal. En nuestra naturaleza solo pedimos cosas materiales o de conveniencia personal. Es aquí cuando el Espíritu nos ayuda a pedir correctamente. Nos ayuda a pedir lo que conviene, como lo explica Pablo en Romanos 8.26-27. También nos ayuda a pedir sabiduría en medio de las pruebas como lo dice Santiago en 1.5. Y nos ayuda a pedir conforme a la voluntad de Dios como Juan escribió en su primera carta 5.14.


Otra ayuda que nos ofrece el Espíritu es que conozcamos claramente al Padre, conociendo su naturaleza, su propósito en nosotros. Además, nos hace entender que el Padre nos ama, porque hemos amado a su Hijo Jesús.

 

El Espíritu Santo te Anima 29-33

Cristo termina de hablar con sus discípulos y las últimas palabras del señor para ellos fue ¡Ánimo! Anímense, Yo he vencido al mundo. El Señor Jesús no les oculto a sus discípulos que iban a tener aflicciones en este mundo por causa de él. No les prometió que todo iría bien en este mundo por seguirlo. No les ofreció una vida de influencers que conquistan a las masas con su entretenimiento. Lo que aseguró fue aflicciones para sus seguidores.


Todos los seguidores de Cristo están destinados a padecer por causa de Cristo. ¿Por qué? Porque el mundo aborrece a Cristo y su mensaje. Los cristianos hablamos el mensaje de Cristo. Es increíble que las personas que más entretienen a las personas del mundo son cristianos. Se supone que nos tendrían que estar persiguiendo por predicar la verdad de Dios, pero son los del mundo que siguen y premian a estos supuestos cristianos.


Pero el mundo los siguen porque no les predican la verdad de Dios. Los siguen porque les dan frases motivacionales que no dicen nada de su verdadera condición delante de Dios. Solo date una vuelta por estos perfiles y te darás cuenta de que todos hablan mensajes bonitos y de superación, pero no hablan de pecado y de la separación eterna por no hacer las paces con Dios.  Escuché una vez al pastor Adrian Rogers decir: “Si usted nunca se ha encontrado con el diablo, es porque usted y él van en la misma dirección”.




¿Por qué tenemos tribulaciones?

Porque son necesarias para entrar en el reino de Dios “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14.22). Porque producen perseverancia, carácter y esperanza “podemos sentirnos felices aun cuando tenemos sufrimientos porque los sufrimientos nos enseñan a ser pacientes. Si tenemos paciencia, nuestro carácter se fortalece y con un carácter así, nuestra esperanza aumenta” (Romanos 5.3-4, PDT). Porque nos recuerda que estamos destinados para eso “Ustedes mismos saben que se nos destinó para esto” (1 Tés 3.3, NVI). Porque nos animan a alcanzar la gloria eterna “Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento” (2 Cor 4.17, NVI).




El Espíritu Santo nos anima a permanecer en Cristo porque él venció al mundo y sabemos que separado de él nada podemos hacer. Todo discípulo de Cristo necesita el poder del Espíritu Santo en su vida cristiana. Lo necesitas para qué te guie a la verdad, para que traiga alegría en medio de tu tristeza, para que te ayude a pedir y conocer a Dios, y para que te anime en medio de las aflicciones.

 

 

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