1 Juan 2.7-17 Viviendo para siempre


Dios quiere que su creación viva para siempre. Y en esta porción Juan nos dice como lograrlo. Lo podemos hacer amando a nuestros hermanos y aborreciendo al mundo.


Juan dice que el que ama a su hermano permanece en la luz. Dios es luz y sus hijos son luz. Solo los que están en la luz pueden amar verdaderamente. El amor entre hermanos es importante para Dios porque es la evidencia de que lo amamos. Este amor es un amor de calidad y renovado. No un amor de palabras, sino de hechos. Un amor que ayuda y restaura. Ese es el amor que debemos tener entre hermanos.


Por otro lado, podemos entender que si no amamos a nuestros hermanos estamos en tinieblas. Una persona en tinieblas no sabe por donde camina porque las tinieblas han cegado su vista. Si una persona se llama hijo de Dios, pero no ama a su hermano está en tinieblas. La luz de Dios no está en él.


Dios vino a dar vida eterna a todo aquel que le crea. Si queremos vivir para siempre debemos aprender a amar y aborrecer. Amar lo que Dios ama y aborrecer lo que Dios aborrece. Dios ama a sus hijos, por esta razón debemos amarnos como hermanos. Sin embargo, Dios aborrece todo lo que está en contra de su Palabra y su Hijo. Dios aborrece este sistema mundano en el que vivimos porque no le da gloria. Por consiguiente, sus hijos deben aborrecer este sistema mundano.


Juan nos dice que no amemos al mundo y las cosas que ofrece este sistema. Juan no está hablando de la creación. Está hablando de un sistema en contra de Dios. Solo los que son de este mundo amaran las cosas del mundo. Los que han visto la luz de Cristo tendrán la capacidad de aborrecer las cosas de este mundo porque saben que estas cosas no provienen del Padre. Además, saben que lo que este mundo ofrece es pasajero.


Todo lo que el mundo ofrece es engañoso. El mundo recurre a los sentidos del hombre engañándolo. Haciéndole creer que necesita lo que ve. Presentándole continuamente deseos para atraparlo. Enseñándole que es importante para este mundo lo que hace encarcelándole en la prisión del orgullo. Todos estos deseos no permiten ver a Dios. En consecuencia, muchos se pierden por no poder ver la luz de Dios. Por otro lado, satanás es el padre de mentira y engaña al mundo desde el principio. Él oscurece con su sistema a las personas para que no puedan amar a su Creador.


¡Gracias a Dios por su luz! Si no hubiera sido por la luz del evangelio de Jesucristo seguiríamos en las tinieblas de este mundo. Dios vino a alumbrarnos con su luz para que hiciéramos su voluntad y vivir con él para siempre. Si queremos vivir para siempre con nuestro Dios debemos hacer su voluntad. Demostrando que lo amamos, amando a nuestros hermanos y aborreciendo a este mundo que no quiere saber nada de Dios.


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