Los gnósticos no se amaban entre ellos. No podían creer que un Dios santo habitara en un cuerpo vil como el del ser humano. Este pensamiento solo veía por sus intereses y no le importaba tener comunión con los hermanos, mucho menos amarlos. Juan nos recalca que debemos amarnos, porque “el que no ama a su hermano permanece en muerte” (1 Juan 3.14). Cuando amamos a nuestros hermanos hemos pasado de muerte a vida.
Dios es amor y, por lo tanto, nosotros como hijos suyos debemos de dar amor. Juan nos dice que el amor es de Dios. El amor es un atributo propio de Dios. Por eso el hombre sin Dios no puede amar verdaderamente, porque no conoce al Dios de amor (v.8). Los seres humanos amamos, sí, pero de una manera terrenal. No como lo hace Dios. Amamos a las personas cuando nos hacen bien, cuando es recíproco o cuando nos caen bien. Sin embargo, el amor a Dios nos anima amar aún a nuestros enemigos (Lucas 6.43-45). Es difícil amar a una persona, cuanto más amar a un enemigo. No obstante, el amor de Dios lo hace posible, poniéndose él como ejemplo. Nosotros éramos enemigos de Dios y aun así Dios nos amó (v.9). Dios nos demostró amor y nosotros debemos amar también.
¿Qué tipo de amor estamos hablando? Juan habla de un amor verdadero. No en un amor romántico que idealiza un mundo perfecto, en este caso un compañerismo cristiano en donde todos los hermanos se aman y no hay problemas. No, el amor aquí es Ágape. Este amor no proviene de los sentimientos, ni se aplica a amar a ciertas personas. Este amor busca hacer bien a todos (Vine, 2007). Ese es el amor que debemos dar, un amor que haga bien a nuestros hermanos. Debemos dar el amor que experimentamos cuando el Señor nos salvó. Su amor nos ha hecho bien y debemos darlo a otros, sin importar lo difícil que sea nuestro hermano. Nosotros mismos somos difíciles y aun así Dios nos ama (v.11).
Por otro lado, los hijos de Dios no pueden mentir. El amor que profesan es real porque proviene de Dios. Las personas que están dentro de las iglesias que dicen que aman a Dios, pero aborrecen a sus hermanos no son de Dios. Juan les llama mentirosos. Si no pueden amar a alguien que ven, es ilógico que amén a alguien que no pueden ver. Así encontramos a muchas personas en las iglesias, declaran amar a Dios, sin embargo, no aman al hermano. Hablan mal de él, le tienen envidia, lo juzgan y lo condenan. El verdadero hijo de Dios ama a su hermano.
Ahora bien, no se trata de no hablar con los hermanos que están haciendo algo mal delante de Dios. Aunque sinceramente en estos tiempos es muy difícil ir con los hermanos y hacerles algún comentario porque se ofenden y te dicen quien eres tú para juzgar. No obstante, debemos saber que la disciplina es parte del amor. Pero no debemos juzgar o criticar a nuestros hermanos por cosas que a nosotros nos parecen incorrectas (Mateo 7.1-5). Debemos animar a nuestros hermanos a que agraden a Dios y no a nosotros. Creo que aquí está el problema en muchos cristianos: no saben diferenciar entre exhortar y juzgar. Muchos hermanos critican (juzgan) a otros porque hacen cosas que ellos consideran malas o que no les gustan y condenan porque consideran que están haciendo las cosas mal. Por ejemplo, si al hermano Pancho no le gusta la música de banda, critica al hermano Fede porque a él si le gusta. El hermano Pancho, enojado, le empieza a sacar un arsenal de versículos (seguramente fuera de contexto) que hablan de condenación. Además, empieza a tirar indirectas en la oración, por Facebook, en el pulpito, etc. Pero resulta que el hermano Pancho engaña a su esposa. El hermano Fede la da una palabra de ánimo para que deje esa relación y se vuelva a Dios. No obstante, el hermano Pancho le dice – "tú no me puedes dar consejos porque escuchas música del diablo, música de banda". Quiero que notemos que el hermano Fede no está criticando el engaño del hermano Pancho, lo está exhortado a dejar un pecado. Lo está animando a dejar el adulterio. Escuchar música no es pecado, el adulterio sí. Debemos saber que es pecado y qué no lo es. Retomando lo que expresó Jesús en el pasaje de Mateo, el hermano Pancho tenía una viga en su ojo, no obstante criticaba la paja de su hermano Fede. Por otro lado, cuando vamos con nuestro hermano y le animamos a dejar de pecar para agradar a Dios, lo hacemos porque a nosotros nos perdonó Dios y estamos seguros de que lo hará también por él. No critiquemos lo que no nos gusta a nosotros. Animemos a los hermanos a agradar a Dios.
Finalmente, Juan nos anima a que nos amemos unos a otros. Que demostremos el amor de Dios entre nosotros. Que dejemos de juzgar y empecemos a amarnos como familia en Cristo. Amémonos, oremos unos por otros. Exhortémonos con amor sabiendo que podemos caer también nosotros. Deja la crítica y enfócate en exhortar en amor. Así como Cristo se entregó por ti, tú entrégate por tu hermano.
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Referencias
Vine, W. (2007). Diccionario Expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo testamento exhaustivo de Vine. Nashville, Tennessee: Grupo Nelson.
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